El furor por los clubes de jazz (Sebastián Ríos, La Nación, 03/09/2016)
Con clásicos como Thelonious, Notorious o Virasoro, locales más recientes como Bebop, Boris o Monk, y un creciente número de otros clubes de música de propuestas más eclécticas, pero que cada vez destinan más espacio a este género, las noches de jazz se han convertido en una salida ya no sólo para sus amantes, sino también para un número creciente de porteños (y de turistas) que encuentran en los clubes el lugar donde escuchar música, pero también donde reunirse con amigos o donde disfrutar de elaboradas propuestas gourmet.
Es sorprendente lo que está sucediendo con el jazz en Buenos Aires, afirma Eduardo Canzobre, productor y musicalizador del programa Jazzblue, que se emite los domingos, a las 20, en FM Blue. El número de clubes de jazz y la diversidad de propuestas han crecido en los últimos años. Cada semana, si uno mira las agendas en la Web se sorprende por la cantidad de shows que hay, y por el hecho de que hoy el jazz ya no es más sólo para los grandes, sino que el gran público ahora son los jóvenes, agrega.
Humphrey Inzillo, periodista especializado y fundador de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica, coincide.
Hoy Buenos Aires ofrece la posibilidad de escuchar muy buenos conciertos de jazz todos los días de la semana. En esto tiene que ver la proliferación de los clubes de jazz, pero también con la cantidad de ciclos como Jazzología, del Centro Cultural San Martín, y el espacio que tiene el género en el CCK y en la Usina del Arte.
Inzillo, editor de la revista Brando, agrega:
Algo que también es importante es que existen varios espacios donde el jazz no sólo se escucha, ¡sino que también se baila! Hoy, en Villa Crespo, Swing City es un centro neurálgico de la movida del Lindy Hop, con clases y bailes con música en vivo.
Buenos Aires tiene una oferta variada y muy interesante de jazz, tanto para los que gustan de lo más clásico como para los que se interesan por cosas más modernas. Incluso hay muchas bandas locales que circulan con temas propios, muy buenas”, dice Soledad Lazares, licenciada en Comunicación, de 33 años, cuyo playlist cotidiano se nutre de grandes voces femeninas del jazz como Ella Fitzgerald, Billie Holliday y Diana Krall, y que asiste habitualmente a clubes de jazz. “Me gusta mucho Virasoro, es íntimo y generalmente sorprende con sus propuestas.
Lo más interesante de la escena porteña de jazz, creo yo, es la diversidad de propuestas, afirma Inzillo, e improvisa una ilustrativa lista:
El pianista Manuel Fraga tiene un show buenísimo con su trío recreando algunas de las canciones que Woody Allen usó en la banda sonora de sus films; la pianista colombiana Tatiana Castro Mejía y el trombonista Francisco Salgado tienen un dúo donde versionan a Thelonious Monk; el saxofonista Eloy Michelini rinde tributo a John Coltrane; Marco Sanguinetti versiona a Radiohead en clave jazzística; el guitarrista Tomás Fraga se posiciona como una revelación, y el legendario Jorge López Ruiz toca, todavía, en un nivel superlativo.
Pero la música en ocasiones es una buena excusa para vivir una salida diferente. Aunque buena parte del público no conozca quién toca una noche, lo importante es que en los clubes de jazz se come bien. Es una cualidad que no pasa inadvertida en una noche porteña donde es difícil la combinación música + comida + bebida de calidad
Un salto cualitativo
No hay dudas de que la diversidad es uno de los aspectos que distingue a la escena de Buenos Aires. Sin embargo, el cada vez más elevado nivel de los músicos que la conforman también es parte no menor de su crecimiento. “Hubo como un antes y un después de 2006, que es cuando se abrió una carrera de formación terciaria en jazz en el Conservatorio Manuel de Falla. Eso hizo que Buenos Aires se llenara de músicos interesados por el género, lo que terminó haciendo un clic en la escena”, sostienen Sebastián Groshauf, de 40 años, baterista que integra el Andrés Boiarsky Cuarteto, el Carlos Lastra Cuarteto y el JH Proyect, proyecto propio que reinterpreta el repertorio de Joe Henderson.
A partir del lanzamiento de la carrera, Buenos Aires empieza a poblarse de músicos, la competencia comienza a hacerse un poco fuerte, el nivel empieza a subir y los músicos empiezan a buscar espacios donde mostrar lo que hacen, que muchas veces no son los clubes tradicionales de jazz.
Un ejemplo es Roseti Espacio Cultural, en el porteño barrio de Chacarita, que ofrece propuestas de distintas disciplinas artísticas y, en música, de diferentes géneros, entre los que se cuentan propuestas de autor en torno del jazz.
Esa diversidad de propuestas resulta tentadora para todo aquel que busca en Internet un plan para la noche de cualquier día de la semana, o incluso para los que paseando por Palermo, por ejemplo, se encuentran con un cartel en la vereda que indica que está por comenzar un show de una big band. “Hay mucho turista curioso que pasa por nuestra puerta, ve la palabra jazz en el cartel y dice: «¡Qué interesante!», eso nos pasa hoy con los turistas brasileños”, comenta Marcos Vecchioli, uno de los propietarios de Monk, que señala que la riqueza de la escena porteña de jazz sobrepasa largamente la de otros países de la región: Buenos Aires es la capital sudamericana del jazz.
Hay muy pocas ciudades en el mundo que exhiban la cantidad de propuestas de jazz que tiene hoy Buenos Aires, afirma Canzobre, que señala que periodistas especializados norteamericanos sostienen que la escena porteña es incluso más amplia que la de ciudades como… Nueva York.
Si bien no tiene el legado histórico que sí tiene Nueva York, Buenos Aires está generando su propia mística, sostiene Inzillo. Thelonious, Boris, Notorious y Bebop están creando un circuito que, junto a Virasoro y las noches de los martes en Sheldon, van construyendo sus habitués y mostrando esa diversidad de propuestas que hacen que Buenos Aires sea una de las capitales del jazz latinoamericano.
Sebastián Groshauf aporta una impresión muy personal al respecto:
El verano pasado fui como parte de un trío de jazz a trabajar a bordo de un crucero que dio la vuelta al mundo -recuerda-. Visitamos muchas de las grandes ciudades de distintos continentes, y ninguna tenía una propuesta cultural en torno del jazz como la de Buenos Aires.
El público se renueva
El creciente interés por el jazz por parte de las nuevas generaciones de hipsters se respira en clubes como Monk. En la noche de big bands del miércoles último sólo Jorge Fajardo, el programador del club, superaba los 40 años. Banda y público se mueven cómodamente en la franja de los 25/35.
Al principio, en las primeras fechas, venía gente grande, en parte porque los que tocaban eran grupos de más tiempo, pero a medida que fuimos incorporando grupos nuevos, como hoy la Artistry Big Band, viene gente de 20 a 30. Es muy lindo ver a los chicos siguiendo el ritmo, todos concentrados en el show. Si bien en los clubes hay un segmento de público grande, también hay una movida joven que cada vez es mayor.
Más jóvenes, menos jóvenes, lo que queda claro es que la mayor difusión del jazz a través de los clubes que atraen tanto a los fanáticos como a los turistas que pasan y se ven atraídos por el anuncio en la pizarra, o a los que buscan algún plan diferente para la noche de un miércoles (de un jueves, un viernes, un sábado…), hace hoy que este género trascienda a la élite tradicional que suele señalarse como su fiel y única consumidora.
Creo que la fascinación por el jazz es cada vez más multigeneracional, concluye Inzillo:
Es auspiciosa la cantidad de jóvenes que, cada vez más, se acercan al género en sus distintas vertientes. La creciente convocatoria del Festival de Jazz de Buenos Aires, el cartel de “localidades agotadas” que suele colgarse en las boleterías del ciclo Jazzología es otra buena medida para entender que el interés por el jazz no se restringe ni a un grupo social ni etario en particular. Sin ser una música masiva, por la calidad de las propuestas y el interés del público, parece un fenómeno en expansión. Y eso es definitivamente saludable“.
Bebop
Moreno 364, San Telmo
Es el espacio más importante fuera del circuito de Palermo y tiene la buena comida de Aldo’s como condimento adicional. No sólo apuesta al jazz, sino también a otros géneros.
Thelonious
Salguero 1884, Palermo
El lugar de culto del jazz porteño, junto a Virasoro, permite tomar más tragos que comer algo elaborado. El menú consiste en pizzas o picadas
Boris Club
Gorriti 5568, Palermo
Con buena cocina, acústica y ubicación es otro de los lugares que funcionan como referencia del género, tanto para músicos locales como internacionales
Virasoro Bar
Guatemala 4328, Palermo
Pequeño, es uno de los lugares más queridos por los músicos del jazz local; el menú también es básico, aunque también hay sándwiches
Monk Club
Thames 1511, Palermo
Nuevo, suma una opción con un menú también básico y todavía le resta trabajar en la acústica, aunque la oferta musical es muy buena
Vicente El Absurdo
Julián Álvarez 1886, Palermo
Está orientado al free jazz y su menú también es más de bar que de restaurante